Hoy, 8 de agosto, cumple años, no sabemos cuántos y hay que celebrarlo. Hemos llegado a las 9:30, como todos los días, y hemos dado clase de inglés a los niños que tenemos asignados, son muy pequeñitos, tienen 3 años. Te miran con sus ojitos brillantes y sonríen. “Good morning, how are you?” les pregunto. “Fine thanks, and you?” educada y tímidamente me responden.
A las diez y media han venido sus madres a buscarlos. Había que empezar a preparar el recibimiento para el homenajeado. Solo he logrado que, durante esa hora, me atendiera uno de los cuatro niños. Ha conseguido escribir 6 columnas de “number three” y empezar a trazar el “four”.
Mañana seguiremos evolucionando. Tienen cada uno en su mochila un cuadernito de cuadrícula para los números y otro de renglones para las palabras. De momento, letras: la A y la S en su versión mayúscula y minúscula eran la tarea asignada para hoy. Tienen en su interior también, muchas ganas de aprender. Y se despiden, con un “good bye” lleno ilusión.
Es en este momento cuando las "teacher" y la "sister" han comenzado a recoger el escaso y manoseado material escolar disperso por las mesas. Nosotras, las voluntarias, les hemos ayudado a juntar mesas y a apilar sillitas.
Ahora llega el momento de la limpieza y la decoración: globos con mensaje "happy birthday", cadenetas... Y en la pared de enfrente, perpendicular a la mesa presidencial, un mensaje de agradecimiento y bendición que augura una presentación de power point.
Llega la comitiva, recibida por sonrientes y elegantes profesoras. Comienzan los discursos, los agradecimientos mutuos y alabanzas. A nosotros nos colocan las profesoras aquí, y los guardaespaldas para lo foto allí. Hay tarta y velitas para el homenajeado y su esposa. Para los niños, caramelos. Al final, es lo que les importa. Eso, y poder seguir jugando.
Escrito por Sandra Martínez. Bombay, 8 de agosto de 2019